Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía – Pensamiento y debate
La Deriva es Nuestra es un taller de experiencia y trabajo, reflexión y debate desde la perspectiva de la pedagogía y la utopía moderna radicada en América Latina, vinculado al proyecto expositivo Desvíos de la deriva. Experiencias, travesías y morfologías. Desde una lectura radicalmente propia de la modernidad: lúdica, orgánica y subjetiva, se desarrollaron al otro lado del Atlántico nuevas vías para entender e intervenir en la ciudad y en la sociedad que pueden ser de enorme utilidad para interrogar la contemporaneidad global.
Fechas: 30 junio-2 julio convocatoria abierta hasta el 10 de junio.
I.
Me gustaría poner de comentario lo que dije en Planeta Beta cuando anuncié la expo de «Desvíos de la deriva». Comentarios que podrían ampliarse mucho más (por ejemplo, Latinoamérica no era ningún espacio periférico dentro de la modernidad arquitectónica en aquel momento, si las obras que hay ahí eran desvíos, ¿qué era Bruno Taut o Mendelsohn?, dónde está la obra de Clorindo Testa o la de F. Candela en una expo que trata de desvíos del «Movimiento Moderno» en Latinoamérica -aunque si Valparaíso es desvío y Le Corbusier es ortodoxia…-, porqué no se explica que Lina Bo trabajó en Italia de manera amplia antes de hacerlo en Brasil donde dirigía Domus, porqué está la obra de Bo Bardi y no la de Gio Ponti y sus proyectos en Venezuela…):
¿Puede leerse, con el paso de los años, a la congregación de las Esclavas de Cristo con su credo único y su estructura altamente jerarquizada como un grupo creativo autogestionado y horizontal tipo Patio Maravillas? Según la exposición del Reina Sofía “Desvíos de la deriva: experiencias, travesías y morfologías” sí, se puede. Dicha muestra contiene excelentes piezas de autores como Lina Bo Bardi, Flávio de Carvalho, Juan Borchers, Roberto Matta o Sergio Bernardes, así como imágenes y proyectos producidos en la Escuela de Arquitectura de Valparaíso. El problema es un hilo conductor más que dudoso por la falta de información que caracteriza toda la exposición, por la falta de rigor en el marco cronológico y geográfico (un par de arquitectos de Chile, un par de arquitectos de Brasil, repartidos durante más de cuarenta años, con ausencias clamorosas, como las de Lucio Costa u Oscar Niemeyer) y con aserciones tan erróneas como que Le Corbusier era un funcionalista que basaba sus trabajos en el cálculo matemático o que el movimiento moderno llegó a Latinoamérica de la mano de este mismo arquitecto únicamente. Pero, sobre todo, lo que llama la atención es cómo una ultracatólica y muy jerárquica universidad como la Escuela de Valparaíso ha sido reconvertida en poco menos que un colectivo igualitario de experiencias transdisciplinares, olvidando que los alumnos trabajaron gratis y de forma anónima para los estudios de sus profesores o eliminando estratégicamente esas imágenes que la hicieron internacionalmente famosa donde podía verse a los alumnos viajando con un enorme crucifijo a cuestas en las excursiones, o más bien retiros espirituales, programados por la escuela. Todo junto a los maravillosos proyectos de la muy marxista Lina Bo. Por cierto, la comisaria es Lisette Lagnado, y apunto esta información porque no encontraréis su nombre ni en la sala, ni en los folletos del museo.
Pasaba por Allí
Recién termino de visitar la «Deriva», el primer poso que me deja es uno: América.
Ciertamente es la primera vez que veo una propuesta de esta índole que aborde estas arquitecturas americanas y que aborde dos temas que creo muy interesantes y en torno a los que se articula su discurso: la utopía y la pedagogía. Desde su estructuración, esos meandros/estanterías, se puede realizar una deriva, seguramente personal y única, seguramente lejos de un recorrido unidireccional, y seguramente más acorde con las cuestiones que pretenden reflejar los extraordinarios documentos que allí vemos: heterogéneos, inéditos, sensibles, diferentes… Los planos y los esbozos (esos pequeños cuadernos de viaje, son una joya), las maquetas flotantes y la estructura de madera 1:1 con su sencillez nos transmite la fortaleza y la poética de unos arquitectos americanos que raramente han estado bajo los focos principales de la arquitectura de manera sistemática y mucho menos agrupados en este diálogo. Esos prismas de Lina, tan definitivos, se enfrentan a lo «territorialmente inestable» de la Ciudad Abierta y sus piezas.
Me gustaría hacer una mención especial a las «visiones del futuro urbano brasileño y americano», si entramos por una puerta nos topamos con uno de los dibujos de Le Corbusier (esa ventana marco que todo lo segrega) y que se contraponen con esa ciudad «extremadamente vertical» de Bernardes en la otra punta de la sala. Tengo la sensación de haber avanzado, a través de estas imágenes, en una inmersión real desde las playas del europeísmo arquitectónico en el océano de lo americano.
Nadie puede negar los lazos reales y fuertes que Sudamérica desarrolla dentro de los planteamientos de la modernidad (no solo Le Crobusier, vemos y sentimos Bauhaus, Mies,…), pero no es menos cierto que los documentos (casi me atrevería de definirlos como «indies») que vemos en la Deriva nos ponen de manifiesto otras posturas más particulares: el territorio de la «cruz del sur», lo utópico como vía de construcción social, lo lúdico como agente dinamizador,…
Pienso a hora en esos vídeos tan precarios y tan interesantes. Sí, vemos otras cosas, otras vías de arquitectura y de sociedad. No está la tan conmemorada Brasilia, ni está el Banco de Londres, ni la Casa sobre el Arroyo, ni el Bank of América,…todos interesantes pero hoy me llegó la potencia y la intensidad de unas ideas, de un continente como nunca antes. Seguramente será incompleta y parcial, sin lo más habitual, pero subyuga y todo se hace intenso: cada línea y cada palabra que allí aparece.
Es arriesgada, por supuesto. La valentía de Berrios y Langano en su selección es digna de resaltar y por supuesto el REINA SOFÍA que da entrada (literalmente en Europa) a este proyecto demuestra un tesón/tensión en ser vanguardia real de una manera diferente de entender y conocer la arquitectura.
Quizás solo lo arriesgado puede transmitir pasión….
ChG
El primer comentario revela el fracaso de aproximarse a una exposición que no sustituye un canon por otro, sino que propone un conjunto de propuestas interconectadas en ciertas lecturas de una modernidad difusa relacionada con el lugar y el pensamiento de la utopía que, como tal, es siempre evanescente.
Acusar a la Escuela de Valparaíso de cristianos ortodoxos es como nombrar a Le Corbusier un nazi por sus encuentros con Vichy, ambas razones que adolecen del mismo determinismo político que denuncia el comentario.
Junto a una serie de inexactitudes importantes:
-no hay información en sala porque el propio espacio expositivo busca ser más un espacio interior, un espacio para habitar que una sala de Museo.
-no están Lucio Costa o Niemeyer porque la tesis no es hablar de una modernidad latinoamericana en conjunto (lo cual es falsear la historia por criterios paternalistas), sino de una modernidad específica posible, dentro de muchas otras. Según Lissette Laganado, por aquella caracterizada por su dimensión social y lúdica.
-no se trata de cómo Le Corbusier influenció a Latinoamérica, sino de justo lo contrario, de cómo la arquitectura del autor de Ronchamp cambió con el contacto con América Latina.
-no hay créditos, porque la institución no acostumbra a poner en sala. Que yo sepa, nunca lo ha hecho.
Chloè Lamer
I. Lina Bo Bardi trabajó dirigió Domus entre marzo y diciembre de 1944 pero no en Brasil, sino desde Bérgamo, Italia; y, si profundizas algo en sus escritos, te darás cuenta de que era leniniana, no «stalinista», como se autoafirmaba para provocar a sus adudiencias. Digo esto porque los múltiples matices de que es objeto su posición ideológica no permiten etiquetarla. Y etiquetas no le han faltado. Una reduccionista, sin duda, es la que recibe a través del formato de la exposición en la que su faceta como antropóloga, punto de apoyo al título de la muestra, brilla por su ausencia.
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