LANDFORM BUILDING

Con el término Landform, Stan Allen revindica la capacidad de la arquitectura, con su compacidad y su escala, de incorporar de manera productiva el potencial del paisaje, frente a organizaciones más dispersas propias del landscape urbanism.

Landformbuilding supone una investigación sobre la relación entre arquitectura y paisaje, a través de 4 ideas principales: las formas geológicas, la mega escala, la inclusión de grandes atmósferas interiores, y la construcción de superficies complejas.

La genealogía del landform building, con antecedentes históricos como las pirámides, recorre los años 60-70 con las megaestructuras de Kenzo Tange o los mat-building de los Smithson, y las experiencias en el diseño de superficies complejas de los 90, formando un estupendo catálogo de edificios, imágenes y proyectos organizados por familias tipológicas. La incorporación de las experiencias de décadas pasadas en territorios de mayor escala, con la introducción de la ecología y el paisaje al pensamiento de la ciudad, se cruzan con las experiencias anteriores, para dar lugar a los nuevos híbridos actuales, que incorporan eficiencia energética y productividad.

A la horizontalidad propia del paisaje y las formas geológicas, se incorpora la verticalidad del edificio, la intensidad de lo urbano, su densidad y congestión, proponiendo una síntesis entre los términos naturaleza y ciudad, figura y fondo, y borrando la distinción entre superficies envolventes y superficies ocupables. La condición escultórica de la montaña artificial, que está en el origen del Landformbuilding, se enriquece con la creación de relaciones espaciales más complejas.

El término megaforma, acuñado por Kenneth Frampton anteriormente, ya subraya la capacidad de reconfigurar el paisaje urbano que tienen los edificios grandes de carácter más bien horizontal, frente a la figura del rascacielos, basándose en la consistencia formal. La idea de megaforma implica una ciudad entendida como un problema de forma y diseño, y que trabajando a una escala sin precedentes, un edificio puede funcionar como activador y catalizador sobre la forma urbana. Supone además la reivindicación del papel de la arquitectura en el diseño de sistemas y estructuras de gran escala.

Por otro lado, me parece especialmente interesante la vinculación que se establece entre el ambientalismo y su concepción de la arquitectura con la experiencia del paisaje. La gran escala de estas megaformas incorpora la idea de paisaje interior, y propicia la desaparición de límites entre interior y exterior. El paisaje no es entendido como pura exterioridad, como naturaleza que está ahí fuera, sino como un ambiente envolvente e inmersivo, similar en experiencia a la ciudad contemporánea. “si el (paisaje) tiene una afinidad con una experiencia contemporánea, es con el gran interior urbano, con el espacio del centro comercial o la experiencia de conducir en una autopista”. La máxima artificiosidad del paisaje urbano coincide paradójicamente con un nuevo sentido de la ciudad como continuidad con la naturaleza, que se identifica fundamentalmente con la ausencia de límites y la expansividad del espacio: Una lectura a considerar en el ámbito de proyecto del espacio público, que trata de trasladar al interior valores asociados al espacio urbano, como la libertad de acción o la autonomía. Es importante plantear las posibilidades programáticas que se abren con la construcción de estos territorios artificiales, cuyas cualidades van a propiciar afinidades con diferentes procesos y programas

El libro incluye artículos de Stan Allen, Reyner Banhan, Kenneth Frampton, David Gissen y Michael Jakob, junto con proyectos y obras, de diferentes momentos del siglo XX.