PROPIEDAD INTELECTUAL EN LA ARQUITECTURA I [LA ORIGINALIDAD DE LA OBRA ARQUITECTÓNICA]

La ORIGINALIDAD DE LA OBRA ARQUITECTÓNICA, EL PRIMER REQUISITO PARA SU PROTECCIÓN por Blanca Cortés
O por qué para que la protección de la propiedad intelectual opere, el primer requisito es que concurra la originalidad autoral y cómo definirla.

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Why the first requirement for the protection of intellectual property to come into play is author originality and how to define it.

La propiedad intelectual protege todo tipo de producciones creativas. Ello supone que gozan de su amparo las obras literarias, artísticas o científicas, siempre y cuando estas sean precisamente eso, creativas, lo que en términos jurídicos se asocia estrictamente con el concepto de originalidad. La Ley de Propiedad Intelectual incluye una enumeración de obras protegidas y menciona la arquitectura no a través de su producto -la obra construida- sino de su sistema de representación -“los proyectos, planos, maquetas y diseños de obras arquitectónicas y de ingeniería”-, algo que antes de extrañarnos nos debe hacer pensar que es posible registrar partituras, además de sonidos, y nos parece lógico. Sin embargo, en el caso de la arquitectura, la mención a proyectos, planos, maquetas y diseños parece negar el hecho de que lo que se protege pueda ser también un hecho físico cierto -un edificio-. Pues bien, este es el primer fantasma a despejar: en contra de lo que parece expresar el tenor literal de la ley, las obras arquitectónicas construidas sí son protegibles, cuestión que parece superada doctrinal y jurisprudencialmente, abriéndose de esta forma las puertas del elenco de derechos que la propiedad intelectual ofrece a quien genere contenidos originales.

Claro que no todo son buenas noticias pues la dificultad estriba en determinar qué es original. El legislador no ha encontrado una forma de explicar tal concepto pues la necesidad de objetivar el calificativo, hacerlo comparable y de aplicación directa, conduce necesariamente al vacío. La práctica legal ha resuelto el problema exigiendo requisitos distintos en función -sobre todo- del tipo de obra de que se trate, los cuales deben ser valorados por especialistas o en función de la opinión del colectivo al que pertenezca la obra. Así, doctrina y jurisprudencia han distinguido respectivamente dos criterios de evaluación de la originalidad: objetivo en tanto que sinónimo de novedad y subjetivo, centrado en la defensa del contenido creativo siempre y cuando sea un reflejo de la personalidad del autor -criterio ampliamente criticado por los defensores de la originalidad objetiva por su indulgencia ante obras dobles-.

A título de ejemplo, en materia de software -cuyo proceso creativo suele consistir en la adición de mejoras y funcionalidades superpuestas a un código preexistente-, la originalidad se analiza desde una óptica subjetiva, por lo que bastará con que el autor no se haya inspirado de más en la obra de terceros para que la propiedad intelectual opere. Sin embargo, cuando de obras musicales se trata, la originalidad tiende a medirse por los Tribunales indistintamente por ambos criterios. A destacar, al respecto, el informe emitido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuyo contenido, tras estudiar 464.111 canciones de los últimos 55 años, evidencia que el pop se ha convertido en una materia uniforme en la cual la originalidad brilla por su ausencia.

Sin embargo, la arquitectura parece entrar de lleno en la concepción objetiva de la originalidad pues la tendencia es que el derecho de autor proteja la obra arquitectónica singular y novedosa. Este nivel de exigencia, superior al de otras disciplinas, se debe al carácter funcional y regulado por normativas de diversa índole de la obra arquitectónica que condiciona la libertad creativa del arquitecto, haciendo disminuir aparentemente su umbral de originalidad.

Sin embargo, aquí radica el espacio más interesante para hacer valer los principios de la propiedad intelectual pues la ley no pretende ser un llamado a la extravagancia o la desmesura. Y es que el arquitecto no solo podrá ser original a través de la fachada o aspecto exterior de la obra, sino que tal valor podrá transmitirse mediante una infinidad de elementos como el tratamiento de la luz, las cualidades espaciales o utilización no convencional de los materiales empleados, entre otros. En este sentido, conviene recordar que, en determinadas circunstancias, podrá considerarse original una obra que combine de forma novedosa elementos que no lo son o fragmentos reconocidos de otras según una gramática propia, un tipo de proyecto que vemos proliferar cada día y que demuestra que la ley no está tan alejada de la realidad, acercando un método creativo propio de la cultura DJ a la arquitectura.

Obviamente, la propiedad intelectual no es para todos -no todas las decisiones de proyecto son autorales– y este aparente elitismo establece sutiles y valiosas diferencias que hicieron valer en su momento la condición autoral de Albert Boadella frente a su compañía o la de Miquel Barceló frente a su ceramista.

Podemos concluir diciendo que la base de la arquitectura protegible puede ampliarse mediantes otros mecanismos legales ajenos a la propiedad intelectual como la competencia desleal en aquellos casos en los que exista confusión o aprovechamiento del esfuerzo o reputación ajena.

Así, la propiedad intelectual no es sólo un instrumento para defender las obras creativas de la copia, lo cual nada tiene que ver con el hecho de que la arquitectura maneje repertorios, referencias y citas de forma permanente. La propiedad intelectual es precisamente un medio para construir y valorar el aspecto intelectual de lo que hacen los arquitectos de manera que puedan diferenciarse las posiciones más experimentales, avanzadas y en definitiva, originales, de aquellas que no lo son -sin perjuicio de que tengan otros méritos que la propiedad intelectual no valora- y con ello obtener un reconocimiento de los valores intangibles que construyen la relación con el mundo del arquitecto y animan a participar en su mejora.

 

 

ARCHITECTURE AND INTELLECTUAL PROPERTY

BLANCA CORTÉS

first instalment

ORIGINALITY OF ARCHITECTURAL WORKS,

       THE FIRST REQUIRMENT FOR THEIR PROTECTION

Why the first requirement for the protection of intellectual property to come into play is author originality and how to define it.

Intellectual property protects all types of creative output, meaning that literary, artistic and scientific works are covered by such protection provided that they are exactly as described: creative. In legal terms, such description is strictly linked to the concept of originality. The Intellectual Property Act includes a list of protected works and mentions architecture in reference to its representative elements -«architectural and engineering projects, plans, sketches and designs – as opposed to the product – the constructed works -. Rather than being surprised by this, we are led to think that aside from the actual sound, it is also possible to register musical scores, which seems logical. Nevertheless, with regards to architecture, the mention of projects, plans, sketches and designs appears to neglect the fact that the element under protection may also be an actual physical component -a building-. Thus, here we have the first myth to dispel: against the literal content of the law, constructed architectural works are protected. This issue appears to have been surpassed by case law and doctrine, in turn opening the doors to the full collection of rights offered by intellectual property to anyone creating original content.

However, it is not all good news if we consider the difficulty in determining what may be deemed original. The law-makers are yet to find a convincing way of explaining such concept given that the requirement to objectify the descriptive terms, as well as making them comparable and directly applicable, is relatively non-existent. Legal practice has resolved the issue by setting requirements based on -above all- the type of works, with said requirements having to be evaluated by specialists or according to the opinion of the group to which the works belong. Thus, doctrine and case law have distinguished between two lines of evaluation with regards to originality: objective originality as a synonym of novelty, and subjective originality centred on the defence of the creative content, provided that it reflects the author’s personality -criteria extensively critiqued by those advocating objective originality due to its indulgence with regards to duplicate works-.

By way of example, with regards to software -whose creative process usually comprises the addition of small and overlapping improvements to a pre-existing code-, originality is analysed from a subjective perspective. Thus, it would be sufficient for the author not to have been inspired too much by the work of third parties for intellectual property to come into play. Nevertheless, with regards to musical works, originality tends to be evaluated by the courts using both criteria in equal measure. Notably, in relation to the above, the report issued by the Superior Council for Scientific Investigation (Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)), following the study of 464,111 songs from the last 55 years, proves that pop music has become so generic that originality stands out due to a distinct lack thereof.

Nevertheless, architecture appears to be fully immersed in the objective concept of originality as there is a tendency for the author’s right to protect individual and novel architectural work, with the corresponding exclusion of all works whose contribution to what already exists considered debatable. Such level of requirement, exceeding that of other disciplines, owes itself to the functional and regulated nature -due to diverse regulation- of the architectural work which essentially determines the creative freedom of the architect, providing an apparent reduction in its scope of originality.

However, here we find the most interesting aspect with regards to asserting the principles of intellectual property since the law does not claim to be a call to extravagance or excess. Moreover, the architect’s work may not only be considered original due to the façade or exterior face of the works. In fact, said value may lend itself to other elements such as the depiction of light, distribution of space or the materials used. In this regard, it should be reminded that under certain circumstances works which as a novelty combine elements which are not new or recognised fragments of others according to their own criteria may be considered original. This type of project is something we see multiply each day, highlighting that the law is not so far from reality, thus moving the creative methodology of the DJ culture closer to architecture.

Naturally, intellectual property does not cover everythingnot all project decisions are original– and this apparent elitism establishes subtle and valuable differences which at the time recognised the author-oriented position of Albert Boadella against his company or that of Miguel Barceló against his potter.

We can conclude by saying that the basis of protected architecture may be extended via legal mechanisms other than those related to intellectual property, such as the unfair competition in cases of confusion or the exploitation of effort or other people’s reputation.

So, intellectual property is not only an instrument used to protect creative works from copy, although this has no connection to the fact that the field of architecture deals with collections, references and citations on a permanent basis. Intellectual property is precisely a means of constructing and evaluating the intellectual aspect of an architect’s work insofar as differentiating the most experimental, advanced and essentially original elements from those which are not so -notwithstanding the fact that they include other merits which are not covered by intellectual property-. Moreover, it is also a form of obtaining recognition of the intangible values which build the relationship with the architect and help to drive its development.