La propiedad industrial del arquitecto
O de otras disciplinas complementarias de la arquitectura
En anteriores entregas se analizó en qué consiste la propiedad intelectual, qué requisitos deben cumplirse para que despliegue sus efectos en el campo de la arquitectura y qué derechos y limitaciones otorga e impone a sus titulares.
Pues bien, hoy es objeto de análisis otra área del derecho, la propiedad industrial, que puede ser de aplicación a determinados elementos de la obra arquitectónica -un sistema constructivo, un elemento arquitectónico susceptible de ser reproducido en otro edificio o una construcción completa como una vivienda modular industrializada-, a diseños de toda índole que tan habitualmente producen los arquitectos como parte de sus proyectos -un dispositivo cualquiera, una barandilla, una celosía- o a líneas de productos independientes -mobiliario, iluminación, textil-.
La propiedad industrial ha sido históricamente utilizada en el campo de la arquitectura para proteger creaciones técnicas y estéticas consideradas valiosas por sus creadores con el fin no solo de fijar la autoría de tales aportaciones sino también con el de obtener derechos de carácter exclusivo sobre su contenido que compensen la inversión en tiempo, energía y recursos económicos realizados para su creación. Registradores habituales de sus creaciones han sido Buckminster Fuller, todas ellas descritas en Inventions: The Patented Works of R. Buckminster Fuller, Jean Prouvé o Leroy S. Buffington quien llegó a patentar el sistema constructivo para la edificación de un rascacielos –es más barato, se construye más rápidamente, las paredes son muchísimo más delgadas: sólo se requiere una pared de 12 pulgadas para un edificio de 12 plantas, mientras que antes se requería tres o cuatro pies de ladrillo o piedra–, constituyendo en ocasiones su registro una fase más del proceso creativo.
Esta labor creativa aparentemente ajena al ejercicio convencional de la arquitectura tiene en los últimos tiempos un auge considerable, posiblemente derivado de las dificultades por las que atraviesa el sector que está descubriendo las posibilidades de poner en valor la histórica capacidad inventiva de los arquitectos, fruto de sus enormes conocimientos técnicos y culturales. Efectivamente, en los últimos años hemos conocido una verdadera revolución en cuanto a la exploración desde la arquitectura de nuevos terrenos y áreas de experimentación -formal, material y técnica- que ha disparado o quizás simplemente ha hecho visible algo que ya venía sucediendo, lo que ha desembocado en un aumento exponencial de registros de patentes y diseños que generan derechos de exclusiva y beneficios académicos de cara a evaluaciones de profesores y grupos de investigación que los planes de estudio vienen instalando cada día con mayores exigencias y en los que patentes y diseños tienen una alta consideración.
A fin de analizar qué es la propiedad industrial, cuales son los requisitos legalmente establecidos para que despliegue sus efectos y los derechos por esta generados, es necesario comparar esta disciplina con la propiedad intelectual. Recordemos para ello que la propiedad intelectual se reserva para la protección de las creaciones artísticas y científicas originales -el diseño de un edificio- en las que queda plasmada la personalidad del autor, tratándose de creaciones no conceptuadas para ser producidas industrialmente o en serie. Dichas creaciones se diferencian de las obras cuya protección deriva de la propiedad industrial por amparar esta última todas las aportaciones relacionadas con la producción reiterativa e industrial del producto, a saber, patentes, modelos de utilidad, signos distintivos y diseños.
Así, la protección de la propiedad intelectual despliega sus efectos por el mero hecho de la creación sin que sea necesario -si bien sí es recomendable- su registro. En caso contrario, las patentes, modelos de utilidad, signos distintivos y diseños requerirán de la inscripción en el organismo correspondiente del objeto protegido, siendo la protección desplegada de carácter limitado tanto territorial -solo los territorios reivindicados por el solicitante adquirirán la protección- como temporalmente -10 años renovables en el caso de las marcas, 5 años renovables con un máximo de 25 en materia de diseño, 20 y 10 años respectivamente como límite temporal de protección de patentes y modelos de utilidad-.
En esta línea, el ejercicio de los derechos de propiedad industrial de los arquitectos debería empezar por el registro de la marca o nombre comercial de su estudio -todo signo susceptible de representación gráfica que sirva para distinguir en el mercado los productos o servicios de una empresa de los de otras- y de cualquiera de los productos elaborados al amparo de su actividad profesional, tanto para disponer de un derecho de exclusiva sobre el nombre elegido en aquellos territorios en los que desarrollará su actividad como para evitar que terceros puedan impedir el uso de la denominación que identifica al estudio. Es preciso tener en cuenta que en el sistema español, excepción hecha de aquellas marcas que hubieran alcanzado el carácter de notorias o renombradas, la capacidad de utilizar una denominación como marca depende de su registro, por lo que solo aquel que primero acceda a obtener la protección registral estará legitimado para utilizarla en el tráfico económico. Al respecto, la aparición desde los años 80 de una serie de estudios con nombres no necesariamente asociados al de sus autores -OMA, AMO, FOA, SANAA, MVRDW, BIC- da una medida de la importancia de proteger la denominación de un proyecto profesional con ambiciones de personalidad reconocidas.
En segundo lugar, las creaciones de un arquitecto podrán protegerse además a través de la figura del diseño industrial. La definición de lo que la ley considera un diseño -“la apariencia de la totalidad o de una parte de un producto, que se derive de las características de, en particular, las líneas, contornos, colores, forma, textura o materiales del producto en sí o de su ornamentación”- constituye una invitación a medida para su apropiación por la arquitectura dado el interesante pacto que establece con la forma en tanto que apariencia y ornamentación, todos ellos conceptos en permanente discusión en el sector.
Ahora bien, la obtención de un diseño industrial registrado requerirá, como es habitual en derecho, del cumplimiento de determinados requisitos representados en esta ocasión por la novedad y el carácter singular. Así, un diseño será novedoso si no se ha puesto a disposición del público ningún otro diseño idéntico o similar, lo que incluye al propio solicitante que impedirá que su producto sea novedoso si lo divulga con carácter previo a su depósito. La divulgación, de hecho, es un asunto clave en arquitectura pues la constante actividad editorial de los arquitectos anula en no pocas ocasiones esta necesidad de salvaguardar aquello que quiere protegerse con carácter previo al registro. Por otro lado, se considerará que un diseño posee carácter singular cuando la impresión general que produzca en un usuario informado difiera de la impresión general producida en dicho usuario por cualquier otro diseño que haya sido hecho accesible al público antes de la fecha de presentación de la solicitud de registro.
Excepcionalmente, será posible que un diseño ostente derechos exclusivos sobre un objeto sin el preceptivo registro si se trata de un diseño comunitario no registrado, cuyos únicos requisitos de concesión es que se haga público por primera vez en la Unión Europea y que reúna los requisitos de novedad y carácter singular ya mencionados. El plazo de protección es obviamente menor -3 años- y protege únicamente frente a la copia servil, no frente a un diseño similar.
En último lugar, la patente es un derecho exclusivo que se concede sobre un producto o proceso que, por lo general, ofrece una nueva manera de hacer algo o una nueva solución técnica a un problema. En la línea de lo establecido en materia de diseño, se considerará que una invención es nueva cuando no esté comprendida en el estado de la técnica, el cual comprende todo lo que esté accesible al público con una fecha anterior de la fecha de presentación de la solicitud. Por lo demás, para que una invención pueda ser protegida a través de una patente, no debe resultar del estado de la técnica de una manera evidente para un experto en la materia o, dicho de otra forma, no será suficiente que la invención sea novedosa sino que asimismo será necesario que no sea elemental u obvia respecto de lo que ya existe para una persona con formación y conocimientos propios de su profesión.
Por último, debe saberse que una obra puede acumular derechos de propiedad intelectual e industrial de forma cumulativa. Así, si bien la Ley de protección jurídica del Diseño tiene por objeto regular la figura del diseño ordinario, contempla asimismo un tipo de creación que además de ser protegible como diseño, puede beneficiarse también de la protección del derecho de autor. A esta creación se refiere el término “obra de arte aplicado a la industria”, esto es, obras de arte destinadas a incorporarse a objetos industriales con el fin de aumentar su valor estético y comercial.
En resumidas cuentas, los arquitectos han venido desarrollando su extraordinaria capacidad inventiva y de diseño históricamente como parte inherente al proceso proyectual sin considerar hasta qué punto más allá de la unidad y la coherencia estilística buscadas, muchos proyectos están salpicados de estas joyas de la inventiva que pueden tener otra vida y premiar un esfuerzo muchas veces guiado por un empeño personal o el simple deseo de ir más allá sin que ello suponga más beneficio que la satisfacción del trabajo bien hecho.
La posibilidad de registrar estos momentos de disparado interés por perseguir una idea, supone una forma de otorgarles valor, decidir el destino de la invención, lograr el reconocimiento y ¿por qué no?, obtener el beneficio que premie ese trabajo extra que tantas veces los arquitectos regalan a sus clientes por amor a su profesión.
Hasta aquí el final de estas crónicas sobre propiedad intelectual e industrial que solo han pretendido informar sobre conceptos básicos de ambas materias cuya relevancia -a mi juicio- es vital para poner en valor la importancia de cierta arquitectura.
Agradezco a Edgar la sensibilidad de ofrecer su blog como vehículo de divulgación de estos derechos.
Industrial property of the architect
Or that of other accompanying disciplines
In previous instalments we have analysed what intellectual property consists of, what requirements must be met to showcase the effects thereof within the field of architecture and what rights and limitations are granted or imposed on the owners of the works.
Today we focus on another area of law, industrial property, which may be applied to certain elements of architectural works – a building system, an architectural element subject to reproduction in another building or a complete construction as industrialised modular housing -, designs of all types which are so commonly produced by architects as part of projects – any mechanism, handrail or lattice – or independent product lines – furniture, lighting, textiles -.
Industrial property has been traditionally used in architecture to protect technical and aesthetic creations considered valuable by their creators, with the aim of not only determining the authorship of such contributions but also to obtain exclusive rights over the content thereof as compensation for the investment of time, energy and financial resources in the creation of the works. Frequent users of industrial property were Buckminster Fuller, all of which are described in Inventions: The Patented Works of R. Buckminster Fuller, Jean Prouvé or Leroy S. Buffington who patented the building system for the construction of a skyscraper – it is cheaper, built more quickly, the walls are much thinner: a wall of only 12 inches is required for a 12-storey building, whereas before, three or four feet of brick or stone were required –, with such registrations occasionally comprising one phase more of the creative process.
Such creative labour, apparently unconnected with conventional architecture, has increased considerably in recent years. This may be derived from the difficulties experienced by the sector that has made the architects observe the possibilities of placing a value on the historic creative and inventive capacity of architects based on their vast technical and cultural knowledge.
In recent years we have witnessed a true revolution with regards to architecture exploring new ground and areas of experiment – formal, material and technical -, which has either shot to prominence or simply made visible something which was already occurring. This has escalated into a significant increase in the registration of patents and designs which generate the corresponding exclusivity rights as well as the academic recognition from ever more demanding teachers and research groups, in which patents and designs are taken into great consideration.
For the sake of analysing what industrial property is, what the legally established requirements are for showcasing the effects thereof and the rights generated therefrom, we must compare such discipline to intellectual property. Let’s remind ourselves that intellectual property is reserved for the protection of original or unique artistic and scientific creations – the design of a building – in which the author’s personality is ingrained, thus relating to creations which are not to be produced on an industrial scale or in series. Said creations are different from works protected by industrial property since industrial property encompasses all contributions related to the continuous and industrial production of a product; namely patents, utility models, distinctive signs and designs.
Thus, protection under intellectual property showcases its effects upon the mere existence of the creation without the requirement – although it is recommend – to register it. On the contrary, patents, utility models, distinctive signs and designs do require registration in the organisation corresponding to the protected item, with said protection limited on a territorial – only those claimed by the requester shall acquire protection – and temporary basis – 10 renewable years in the case of brands, 5 renewable years with a maximum of 25 for designs, 20 and 10 years respectively as a limit for the protection of patents and utility models -.
The exercising of architects’ industrial property rights should begin with the registration of the brand or commercial name of their studio – subject to graphic representation to distinguish the products and services of one company from others in the market – and any of the products manufactured in the performance of their professional activity. This shall grant them an exclusivity right over the chosen name within the territories where they execute their activity and shall prevent third parties being able to hinder the use of the name which identifies the studio. It is necessary to consider that within the Spanish system, with exception to well-known trademarks or renamed brands, the capacity to use a name as a brand depends on its registration. Thus, only who obtains the appropriate protection shall be authorised to use it in the course of business. In this regard, the emergence from the 80’s of a series of studios with names which are not necessarily associated with their authors – AMO, FOA, SANAA, MVRDW and BIC – provides a degree of importance when it comes to protecting the name of a professional project with regards to the recognition of a specific brand and personality.
Secondly, an architect’s creations may be protected further by way of industrial design. The definition of design according to law – » the appearance of the entirety or a part of a product, derived from the characteristics of, in particular, the lines, contours, colours, shape, texture or materials of the product itself or its ornamentation» – is an interesting subject for architects given the close relationship between the shape and the appearance and ornamentation. Such concepts are constantly being debated in the sector.
The obtaining of a registered industrial design shall require, as is common in law, the meeting of certain requirements represented by their original and individual character. Thus, a design would be original if no similar designs had been made available to the public, i.e. the requester would prevent his product being deemed new if it is disclosed prior to its registration. In fact, disclosure is a key matter in architecture since the constant publishing of projects by architects often nullifies the requirement to safeguard the object they want to protect prior to the registration thereof. In addition, a design is considered individual when an informed user’s general impression thereof differs from that given by any other design made accessible to the public prior to the date on which the application for registration is submitted.
As an exception, it would be possible for a design to hold exclusive rights over an object without the mandatory registration if it is an unregistered European Community design. In this case, the only requirements for the granting of rights are for said design to be made public for the first time in the European Union and for it to meet the aforementioned requirements concerning originality and individual character. The term of protection is obviously less – 3 years -, and only protects against the identical copy and not a similar design.
Lastly, a patent is an exclusive right granted over a product or process which, in general, provides a new method of doing something or a new technical solution to a problem. Similar to a design, an invention shall be considered new when it is not deemed to have previously existed, comprising everything accessible to the public prior to the date on which the application for registration is submitted. Moreover, for an invention to be protected by a patent, it must not be evidently from the state of the art to an expert or, in other words, it is not sufficient for the invention to be new but necessary for it not to be elementary or obvious in the eyes of those with training or knowledge of the profession in view of what is already in existence.
Moreover, it should be noted that a piece of work may generate intellectual and industrial property rights in a cumulative manner. Thus, although the purpose of the Design Act is to regulate the definition of an ordinary design, it also contains an express reference to a type of creation which, aside from being protected as a design, may benefit from the protection of the author’s right. The term «piece of art applied to the industry» refers to this creation, i.e. art work to be integrated into industrial objects with the aim of boosting its aesthetic or commercial value.
To finish off, let’s delve once more into the subjective dimensions of intellectual and industrial property. Architects have traditionally been developing their extraordinary inventive and design capacity as an inherent part of the project process without considering that aside from the desired stylistic unity and coherence; however, many projects include inventive elements which may be considered separately and provide a reward for effort which on many occasions is guided by personal determination or the simple wish to go above and beyond without reaping any more benefits than the satisfaction of a job well done. The possibility of registering these elements of growing interest resulting from the pursuit of an idea provides a way of awarding value, deciding the use of the invention, achieving recognition – and why not? -, obtaining the benefit of said extra work which is so often gifted to clients due to the architects’ love of their profession.
This is the last of these instalments on intellectual and industrial property, which have sought to provide information on basic concepts relating to the two subjects whose relevance, in my opinion, is vital when placing a value on the importance of certain architecture.
I would like to thank Edgar for offering his blog as a way of disclosing these rights.
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