Watch Dogs es un videojuego que ha sacado Ubisoft donde el protagonista es un hacker que busca hacer justicia infiltrándose y manipulando el software que contiene los datos en tiempo real de las infraestructuras de la ciudad de Chicago y sus habitantes.
Basado en el mismo videojuego, Ubisoft ha desarrollado la herramienta Wearedata y con ella podemos ver en tiempo real los semáforos, las cámaras, por donde circulan los metros, además de los tweets y fotos de instagram que se están produciendo en Londres, París y Berlín. El salario medio por barrio, y la energía consumida.
En el videojuego cambias los semáforos y paras los trenes, haces de la ciudad tu arma para perseguir a tus enemigos o huir de ellos. En la realidad, las aplicaciones son infinitas, pero parece que nos acercamos al término ya muchas veces denominado smart cities, ciudades inteligentes.
La planificación del tiempo y el control de los sistemas nos lleva a una mejora en la eficacia del transporte. El mapeo de servicios nos lleva a una optimización de recursos y la red de terminales móviles nos abre una nueva ventana al estudio del comportamiento humano en las redes sociales. Sobre todo, hay un término importante que también está últimamente de moda y es la transparencia. Datos de la ciudad y del ciudadano al servicio del ciudadano. Sobre smartcities hay mucho investigado.
Pero nos queda la cuestión de la planificación en el comportamiento del ciudadano. Ya que hablamos de videojuegos, ¿somos los ciudadanos una especie de Lemmings, y si nos abren un agujero empezamos a caernos todos por ahí? ¿Pueden estos datos prever nuestras acciones e interacciones? ¿Estamos ante una nueva etapa positivista en la que el futuro pasa por el análisis de todos estos datos?
Nos dicen César Reyes Nájera y Ethel Baraona Pohl en su artículo La ciudad no es un laboratorio:
«A medida que se multiplican los registros de información urbana y aumenta la forma en que ésta se crea, colecciona, almacena y comparte, alimentamos la sensación de que una mayor cantidad de datos refinará nuestros modelos hasta llegar a una representación fiel y controlada de la propia ciudad. Aunque en principio ésta es una idea sugerente, hemos de entender que la propia complejidad del sistema hace que cualquier representación del mismo sea algo parcial o sesgado.»
Nos queda esperar que los hackers no paren trenes y tan solo se dediquen a poner fotos obscenas en los sistemas operativos de las bicis públicas
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